Iñaki, que esta edición consiguió completar la prueba tras meses de entrenamiento, publicó  un «post» en Facebook muy emotivo sobre su experiencia. No me sorprendió en absoluto cuando comentó que aparte del esfuerzo físico, casi sobrehumano, lo más duro fueron esas quince horas “a solas” con él mismo. Estoy convencido que su cuerpo, siendo agredido de una forma tan brutal, no dejó de lanzar mensajes en forma de pensamientos del tipo “Mira, ¡para ya! Esto es una locura, no tiene ningún sentido…” Sin embargo Iñaki acabó la carrera, se lo había propuesto. En el día a día sucede lo mismo. ¿Cuántas veces nos lanzamos al frigorífico de manera inconsciente? ¿Cuánto tiempo pasamos sentados? ¿Cuántas veces cogemos el ascensor para subir un par de pisos?

Yo me dedico a impartir clases de Pilates, y gran parte de mi trabajo se basa en la motivación. Y aunque suene también cinematográfico, mayor es mi motivación cuanto más desafiante es el trabajo con los alumnos. Yo también sé lo que representa luchar contra uno mismo, y no sólo en el aspecto deportivo.

Una vez leí que el día que te levantas y no te apetece entrenar… Ese día es precisamente el que debes entrenar, y con mayor intensidad si se puede. No sólo está en las películas, mi experiencia me dice que la clave del éxito está en la constancia. Y para Luke Skywalker tengo un mensaje. A falta de los consejos de Yoda, aquí estoy, si quieres, para darte clases de pilates. Te aseguro que si te lo propones lograrás ser finisher en la Transvulcania. Y de paso, nos tomamos unas papas con mojo con mi amigo Iñaki.